sábado, 3 de noviembre de 2012

Desayuname

Nos despertamos pronto, serían las seis de la mañana y no habíamos dormido en toda la noche entre tanto amor y desnudez, yo la tocaba el pelo suavemente, acariciaba su rostro iluminado por la tenue luz de la lámpara de noche, la habitación parecía más grande. Por la ventana entraba la dulce brisa matutina que ondeaba las translucidas cortinas representando fielmente el vaivén de las olas.

Miraba el techo, y en el acto la miraba a ella, con sonreíamos a cada mirada, a cada parpadeo, a cada beso.
Yo tocaba su curvas ella las mías, parecía que formábamos las dos caras de un espejo, en el que una hacía y la otra repetía, prácticamente al mismo tiempo. En ese momento pensé que estábamos hechas la una para la otra, así, sin más, formábamos la pareja perfecta.

El sol despertaba rodeado por nuestros besos y en ese mismo instante, ella dijo la que fue la primera frase desde hacía más de dos horas:
- Sabes que haría cualquier cosa por ti, ¿verdad, princesa?
- ¿Me prepararías un cacao para desayunar?