domingo, 11 de marzo de 2012

capicúa


Porque, muñeca, no hay nadie como tú.

Me llevó veinte años olvidarte y tan sólo una noche recordarte. ¿Cómo olvidarte a ti, cariño? ¿Cómo olvidar tus bailes exóticos sobre la mesa del comedor  a la luz de la luna?

Mas veinte años dan para mucho, princesa, había olvidado tus hermosos ojos plateados y aquel lunar en la nalga derecha. 

Habría olvidado incluso tu nombre si no fuese por aquella canción “Little miss Hannah” de un grupo del que jamás aprendí el nombre y que odié con todas mis fuerzas.
Durante esa noche que volvimos a encontrarnos de nuevo tras las sábanas de mi cama recordé las bromas que hacíamos con tu nombre, capicúa, ¿recuerdas?

¿Cómo olvidarte, nena? A ti y a tu forma de insultarme hasta llegar al extremo de la depresión más aguda.  
Pero eso a ti te gustaba, esa sensación de dependencia que sentía hacia tu persona, sexual o por amor, eso daba igual. Sólo te importaba lo poderosa que eso te hacía al tener la vida de un pobre desgraciado como yo en tus manos, como un esclavo.

Y sin embargo, no puedo dejar de acariciar tu pelo mientras duermes plácidamente en la cama del hombre al que arruinaste la vida hace nada más y nada menos que veinte años.

lunes, 5 de marzo de 2012

Apolo 11


Día 21 del mes de Julio, 1969

Dennis descansaba plácidamente en la cama tras una de esas interminables noches que dejan huella, su brazo derecho colgaba de la cama y las sábanas sólo le tapan la mitad del cuerpo. Tan sólo se percibía el ruido de la televisión con alentadores mensajes  de Richard Nixon hacía la nación americana donde alardeaba de la supuesta superioridad frente a la Unión Soviética en la carrera espacial.

La voz de Niel Armstrong resonó en todas las habitaciones del la casa y Dennis la reconoció de inmediato, levantó curiosamente la cabeza de la almohada para no perder detalle de las palabras del capitán del Apolo 11.A Dennis no le interesaba una mierda Nixon, ni su mensaje, ni los soviéticos, es más, todo este rollo de la carrera espacial no le parecía nada más que una de esas absurdas patrañas políticas para hacer publicidad a nuestro “gran” presiente de los Estados Unidos de América.

<<Es un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad>>

Estas palabras quedaron grabadas en la mente Dennis como marcado a hierro y fuego, cual tatuaje, como una huella intachable de un suceso importante en su historia. Lo que Dennis no sabía es que más tarde esta frase sería inmortalizada junto a Niel Armstrong.

Desde una muy corta edad Dennis deseaba ir al espacio, ver lugares que la gente de a pié jamás observarían si no es a través de un telescopio. Dennis deseaba ser astronauta, ver hermosas nebulosas, explorar nuevos planetas.
Dennis Turner era un renegado poco orgulloso de su trabajo y su familia. Su poca pensión no le permitía salir de casa de sus padres y su hermano, gran empresario, le dejaba en muy mal lugar.

Descendió de la cama, los pies le pesaban toneladas. Se recolocó el cabello, algo rizado y largo, arrastró los pies hasta el salón donde la televisión mostraba las imágenes del Apolo 11 y toda su tripulación en la luna, el saludo a la bandera y esos increíbles trajes espaciales que Dennis deseaba más que nada en el mundo.

Olía a pavo relleno, la comida estaba casi prepara, eran ya más de las dos de la tarde y Dennis aún estaba desperezándose y con la cabeza a punto de explotar, los ojos entreabiertos y el torso desnudo.

Olivia Turner, madre de Dennis, vestía sus mejores galas y eso sólo podía significar una cosa, comida familiar, Dennis regresó reculando a su habitación, que aún estaba a oscuras, se vistió con lo primero que encontró en el armario para recibir a la buenorra de su  prima Sarah. Dennis no pretendía nada con ella, no olvidaba que era de su sangre, pero aún así, la chica no estaba mal y a Dennis (por muy mal que se sintiese luego) le gustaba mirarle un par de veces el escote cuando nadie podía verle. Sarah K. Turner era la típica chica de ciudad, algo tontita, pero guapa a rabiar. 

Dennis salió de su cuarto a punto para recibir a sus familiares (y a Sarah, por supuesto) no se había peinado y su cabeza era una mezcla entre pajar descuidado y nido de pájaro abandonado, pero su excelente físico nunca pasaba desapercibido, debido a su ilusión por alcanzar la meta y convertirse en astronauta, Dennis hacía mucho deporte y esto a las muchachas le encantaba.

“Algo bueno tiene que haber al menos” Pensaba.
Durante la comida Dennis pasó olímpicamente del pavo,de su madre, de las estúpidas anécdotas de su tío que había repetido más de mil veces y de las tetas de Sarah Turner.

Dennis centró su atención en la luna, el universo y nada más