Día 21 del mes de Julio, 1969
Dennis descansaba plácidamente en la cama tras una de esas interminables
noches que dejan huella, su brazo derecho colgaba de la cama y las sábanas sólo
le tapan la mitad del cuerpo. Tan sólo se percibía el ruido de la televisión
con alentadores mensajes de Richard
Nixon hacía la nación americana donde alardeaba de la supuesta superioridad
frente a la Unión Soviética en la carrera espacial.
La voz de Niel Armstrong resonó en todas las habitaciones
del la casa y Dennis la reconoció de inmediato, levantó curiosamente la cabeza
de la almohada para no perder detalle de las palabras del capitán del Apolo 11.A Dennis no le interesaba una mierda Nixon, ni su mensaje,
ni los soviéticos, es más, todo este rollo de la carrera espacial no le parecía
nada más que una de esas absurdas patrañas políticas para hacer publicidad a
nuestro “gran” presiente de los Estados Unidos de América.
<<Es un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad>>
Estas palabras quedaron grabadas en la mente Dennis como marcado
a hierro y fuego, cual tatuaje, como una huella intachable de un suceso
importante en su historia. Lo que Dennis no sabía es que más tarde esta frase
sería inmortalizada junto a Niel Armstrong.
Desde una muy corta edad Dennis deseaba ir al espacio, ver
lugares que la gente de a pié jamás observarían si no es a través de un
telescopio. Dennis deseaba ser astronauta, ver hermosas nebulosas, explorar
nuevos planetas.
Dennis Turner era un renegado poco orgulloso de su trabajo y
su familia. Su poca pensión no le permitía salir de casa de sus padres y su
hermano, gran empresario, le dejaba en muy mal lugar.
Descendió de la cama, los pies le pesaban toneladas. Se recolocó
el cabello, algo rizado y largo, arrastró los pies hasta el salón donde la
televisión mostraba las imágenes del Apolo 11 y toda su tripulación en la luna,
el saludo a la bandera y esos increíbles trajes espaciales que Dennis deseaba
más que nada en el mundo.
Olía a pavo relleno, la comida estaba casi prepara, eran ya
más de las dos de la tarde y Dennis aún estaba desperezándose y con la cabeza a
punto de explotar, los ojos entreabiertos y el torso desnudo.
Olivia Turner, madre de Dennis, vestía sus mejores galas y
eso sólo podía significar una cosa, comida familiar, Dennis regresó reculando a
su habitación, que aún estaba a oscuras, se vistió con lo primero que encontró
en el armario para recibir a la buenorra de su prima Sarah. Dennis no pretendía nada con
ella, no olvidaba que era de su sangre, pero aún así, la chica no estaba mal y
a Dennis (por muy mal que se sintiese luego) le gustaba mirarle un par de veces
el escote cuando nadie podía verle. Sarah K. Turner era la típica chica de
ciudad, algo tontita, pero guapa a rabiar.
Dennis salió de su cuarto a punto para recibir a sus
familiares (y a Sarah, por supuesto) no se había peinado y su cabeza era una
mezcla entre pajar descuidado y nido de pájaro abandonado, pero su excelente
físico nunca pasaba desapercibido, debido a su ilusión por alcanzar la meta y
convertirse en astronauta, Dennis hacía mucho deporte y esto a las muchachas le
encantaba.
“Algo bueno tiene que haber al menos” Pensaba.
Durante la comida Dennis pasó olímpicamente del pavo,de su
madre, de las estúpidas anécdotas de su tío que había repetido más de mil veces y de
las tetas de Sarah Turner.
Dennis centró su atención en la luna, el universo y nada más
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