domingo, 11 de marzo de 2012

capicúa


Porque, muñeca, no hay nadie como tú.

Me llevó veinte años olvidarte y tan sólo una noche recordarte. ¿Cómo olvidarte a ti, cariño? ¿Cómo olvidar tus bailes exóticos sobre la mesa del comedor  a la luz de la luna?

Mas veinte años dan para mucho, princesa, había olvidado tus hermosos ojos plateados y aquel lunar en la nalga derecha. 

Habría olvidado incluso tu nombre si no fuese por aquella canción “Little miss Hannah” de un grupo del que jamás aprendí el nombre y que odié con todas mis fuerzas.
Durante esa noche que volvimos a encontrarnos de nuevo tras las sábanas de mi cama recordé las bromas que hacíamos con tu nombre, capicúa, ¿recuerdas?

¿Cómo olvidarte, nena? A ti y a tu forma de insultarme hasta llegar al extremo de la depresión más aguda.  
Pero eso a ti te gustaba, esa sensación de dependencia que sentía hacia tu persona, sexual o por amor, eso daba igual. Sólo te importaba lo poderosa que eso te hacía al tener la vida de un pobre desgraciado como yo en tus manos, como un esclavo.

Y sin embargo, no puedo dejar de acariciar tu pelo mientras duermes plácidamente en la cama del hombre al que arruinaste la vida hace nada más y nada menos que veinte años.

2 comentarios:

  1. dios, qué bestial *-*, me encanta cómo escribes, te sigo pero ya ahahaha
    xoxo!

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    1. ¡Muchisimas gracias!, ya sabes que tus historias a mi me encantan! :)

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